EVTUCHENKO nacido en 1933 en Siberia se considera a sí mismo un continuador del estilo y la obra de Vladimir Maiacovski. En 1962 se dió a conocer con un largo poema sobre la matanza de BABI YAR, en la que los nazis, en territorio ruso, asesinaron en masa a 34.000 judíos. En 1969, en un rebrote del nacionalismo ruso y antisemita fue expulsado de una revista en la participaba por años. Ha viajado y viaja por el mundo y se lo agasaja como un gran creador.
Déjalo...
Todo es fantasmagórico:
la oscuridad de las ventanas empañadas
y la nieve escarlata entre las luces rojas de los coches.
Déjalo...
Todo es fantasmagórico
como en un jardín en marzo envuelto en niebla,
sin hombres ni mujeres,
sino sólo con sombras de hombres y mujeres.
Déjalo...
Estoy cerca de un árbol,
en silencio, sin engañar a nadie,
miro las luces dobles de los faroles
y toco levemente,
pero sin romperla,
una fina estalactita
que envuelve con su hielo a una rama.
Déjalo...
Acaso en un tranvía, saltando soñoliento,
y en cuyas ventanillas
Moscú salta sin vida,
tú, la mejilla apoyada en tu mano enguantada en manopla infantil,
me recuerdes con rabia femenina.
Déjalo...
Un día serás una mujer
cansada inteligente,
hambrienta de palabras de consuelo y de caricias.
Llegará el mes de marzo
y algo un muchacho te susurrará
y la cabeza te dará vueltas con pena.
Déjalo...
Que esto te cueste tan caro como a mí.
No vayas con él por el hielo de marzo,
no le pongas
en sus hombros tus manos inseguras como yo no te las pongo ahora.
Déjalo...
No creas, como yo no creo,
en una ciudad fantasmagórica,
porque, si no,
volviendo en ti,
sentirás horror del vacío.
Di “Déjalo”
bajando la cabeza,
lo mismo que yo
te digo ahora
“Déjalo”.
Todo es fantasmagórico:
la oscuridad de las ventanas empañadas
y la nieve escarlata entre las luces rojas de los coches.
Déjalo...
Todo es fantasmagórico
como en un jardín en marzo envuelto en niebla,
sin hombres ni mujeres,
sino sólo con sombras de hombres y mujeres.
Déjalo...
Estoy cerca de un árbol,
en silencio, sin engañar a nadie,
miro las luces dobles de los faroles
y toco levemente,
pero sin romperla,
una fina estalactita
que envuelve con su hielo a una rama.
Déjalo...
Acaso en un tranvía, saltando soñoliento,
y en cuyas ventanillas
Moscú salta sin vida,
tú, la mejilla apoyada en tu mano enguantada en manopla infantil,
me recuerdes con rabia femenina.
Déjalo...
Un día serás una mujer
cansada inteligente,
hambrienta de palabras de consuelo y de caricias.
Llegará el mes de marzo
y algo un muchacho te susurrará
y la cabeza te dará vueltas con pena.
Déjalo...
Que esto te cueste tan caro como a mí.
No vayas con él por el hielo de marzo,
no le pongas
en sus hombros tus manos inseguras como yo no te las pongo ahora.
Déjalo...
No creas, como yo no creo,
en una ciudad fantasmagórica,
porque, si no,
volviendo en ti,
sentirás horror del vacío.
Di “Déjalo”
bajando la cabeza,
lo mismo que yo
te digo ahora
“Déjalo”.
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